Entre los papeles húmedos y herramientas oxidadas del almacén, encuentran un pliego de cuero fino, manchado con tinta azul y sellado con un símbolo de ojo abierto rodeado de pétalos. Al desplegarlo, ven lo que parece un mapa náutico trazado a mano con líneas gruesas y poco precisas, como si quien lo dibujó conociera las aguas, pero no tuviera las herramientas o experiencia necesaria para cartografiar.
Hay al menos cinco islas marcadas con formas distintas:
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Dos al norte, señaladas como X y anotaciones en goblin.
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Una al oeste, junto a la que han escrito “Evitar, a menos de realizarse entregas”.
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Otra al sur, donde se alza el dibujo de una torre desgastada rodeada por un ojo.
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Y justo donde están ahora, reconocen un símbolo idéntico al que vieron grabado en las celdas: un círculo con pétalos de flor azul brillante.
Esa marca brilla tenuemente con el reflejo del farol. No hay duda. Están en la isla central.
Al margen del mapa, una anotación suelta en letra más cuidada dice:
“Cambio de ruta si el experimento falla. Contactar a Mozzik. No regresar por la marisma.”
